En la búsqueda del amor. Por @tanyaureta
Hoy, tal como lo hago regularmente, deambulaba por las redes sociales buscando leer algo entretenido. Y encontré una publicación que llamó mi atención, decía: “Algún día, todo ese amor que has entregado, encontrará el camino de vuelta hacia ti, y finalmente se quedará”.
Y me generó una sensación extraña en la guata.
Lo que algunos le dicen olfato, intuición, o sexto sentido, yo lo llamo guata. Porque a mí es la guata la que me habla cuando quiere enviar algún aviso repentino sobre lo que pasa a mi alrededor. Eso que se siente cuando algo no anda bien, cuando sientes que tienes que salir de un lugar porque algo raro pasa, o cuando conoces a alguien y sientes una conexión de muchísimo más tiempo que el que describe el reloj. Esa que habla sin hablar, para mí se llama guata.
Y bueno, la guata me habló cuando leí ese mensaje.
Yo creo que fue así porque por mucho tiempo habría sido lo que quería escuchar, lo que esperaba ver materializado en mi vida. Que por fin volvería todo mi “buen samaritanismo” pero multiplicado, personificado en el compañero ideal, o en una lluvia de abundancia económica, o en ese trabajo soñado. Porque siempre me esmeré en obrar bien, en actuar desde el amor, en ser empática, consciente y considerada con el prójimo. Como si fuese alguna especie de transacción pactada en la notaría energética de la esquina, o algo por el estilo. La cosa es que, cada cierto tiempo me inundaba un sentimiento de insatisfacción complejo:‘Por qué mi vida es así, si yo soy tan buena? No se supone que las cosas buenas le pasan a las personas buenas? Donde está todo ese amor que yo entrego? Por qué no vuelve a mí?’. Pobrecita yo. Sintiendo que el mundo estaba en alguna especie de “deuda amorosa” conmigo, considerando que yo era una persona que hacía tanto más por el prójimo de lo que sentía que recibía. Como si el Universo fuese el responsable de “amarme” como yo lo necesitaba, externalizando toda necesidad de amor y de buenaventura que yo tenía, como una pobre víctima de las circunstancias.
Con el tiempo (y varios tropiezos también) comprendí que ese amor jamás iba a volver a mí, por mucho que lo deseara, esperara, buscara, pidiera o rogara. No porque no lo mereciera. Sino porque jamás debió ser buscado fuera. Porque ese amor que nos esmeramos tanto para encontrar en un otro, la gran mayoría de las veces viene a reflejar que es el amor propio el que necesita auxilio. Y eso se ve evidenciado en el hecho que, cuando efectivamente encuentras esa pareja que “te completa”, sigues sintiéndote vacía. O cuando se termina esa relación tortuosa, te das cuenta que tu vida por si sola no se siente tan mal como para refugiarse necesariamente en un otro. Porque el fondo del asunto es que nunca estuvo en el otro el darte esa recarga de amor que buscabas, y por ende, ese otro jamás iba a poder llenar el vacío que sentías. Todo el amor que anhelamos, buscamos y queremos sentir en nuestra vida, ya habita dentro de cada uno de los seres humanos que caminan por esta tierra. Porque la esencia inherente al ser humano, es precisamente el amor.
Lo único que debemos hacer es abrirnos a sentirlo, viajar muy dentro de cada uno de nosotros y encontrarnos con nosotros mismos. Sentarse en el medio de la oscuridad, con nuestros miedos y nuestros sueños, ponerlos cara a cara y tomarse juntos un vino de bienvenida. Y amarse, amarse mucho, amarse fuerte.
Porque todo ese amor que buscas en tu vida, no es nada más que la falta de “auto - amor”. Y refleja una necesidad imperativa de reencontrarte con tu presencia, con tu alma, con tus anhelos, con tus alegrías.
Es volver a ese recuerdo que te trae cobijo. Es aceptar tus defectos, tus errores y tus conflictos, y amarse tanto o más con ellos que si no los tuvieras. Es decir ‘NO’ a esa situación que accedes por miedo a lo que dirán de ti. Es validar lo que sientes sin importar lo que piense el otro. Es hablarte tan lindo como le hablarías a la más dulce de tus amigas. Es perdonarte por no ser perfecta, o por no verte como si fueras perfecta. Es transitar los días desafiantes con paciencia y esperanza, tal como abrazarías a tu hija pequeña cuando tiene miedo. Es hacerte cariño. Es dormir cuando tienes sueño, comer cuando tu cuerpo tiene hambre, hablar cuando necesites desahogarte, dar un espacio especial y sagrado para hacer eso que tanto te gusta. Todo eso es amor propio, que al final de cuenta, es el más rico y duradero de todos los amores.
Y cuando comienzas a quererte con muchas ganas, los milagros ocurren. El velo de la insatisfacción se corre, y comienzas a ver que nunca te faltó nada. Que ese amor que anhelabas ya lo tienes, que la abundancia siempre ha existido en tu vida, y que el Universo sólo esperaba a que te alinearas para recibirla. Y que jamás necesitaste de un otro para ser feliz.
Y que es el miedo lo que te aleja de esa esencia amorosa, que siempre te ha gobernado. Así, sin siquiera darte cuenta, la necesidad de un otro se va desvaneciendo de tu mente.
Porque te has convertido en amor, en ese amor incondicional que buscabas. Y cuando ello ocurre, la magia aparece. Atraes a esas personas que se alinean contigo, los mejores amigos se manifiestan, tomas decisiones en tu vida que te hacen feliz, dejas ese trabajo que ya no te satisface, sales de la relación desgastada y tibia que llevabas hace tiempo, aparece esa oferta que tanto soñabas. La suerte deja de ser suerte, se transforma en lo que mereces sólo por estar viva. Y, sin buscarlo, encuentras a ese compañ[email protected] que recorrerá el camino de la vida a tu lado. No como responsable de tu felicidad, sino como el co-protagonista de este cuento que ahora escribes tú, no los que te rodean, no la vida, no las circunstancias. Tú. Porque nunca más hipotecarás tu amor buscando su raíz afuera. Porque ahora sabes que eres tú quien decide cómo, cuándo y dónde debe hacer lo necesario para sentirse plena y feliz.
Hubiese sido maravilloso saber esto antes, cuánto dolor nos habríamos ahorrado. Pero si lo piensas, así no funciona la vida. El aprendizaje ocurre cuando vivimos los desafíos en carne propia. Quizás tuviste que sentir esa carencia lo suficientemente fuerte como para despertar del sueño de la insatisfacción, para atreverte a ser lo suficientemente valiente como para diseñar tu vida tal como quieres vivirla.
Y así fue como la guata me dijo hoy, al menos a mi parecer, que ese mensaje estaba muy equivocado. Como la flor de los 7 colores nos mostró de niñas, hoy puedo corregirlo fuerte y claro: El amor que tanto anhelas, jamás volverá a ti. No porque no lo merezcas, sino porque nunca se fue. Porque no puedes encontrar fuera algo que nace dentro tuyo, y que simplemente no has perdido. Porque tú ya eres amor. Una fuente inagotable, ilimitada y autorecargable de amor, que jamás necesitó de un otro para ser encontrado. Sino de ti misma, fuerte y valiente, para atreverte a sentirlo.
No es fácil darse cuenta que todo “el amor habita dentro de nosotros” pero, cuando lo descubres se siente maravillosamente, tanto que ya no lo quieres compartir con una pareja. (Quizás aún no aparece el indicado)
Y sí, son muchos los tropiezos previos.
Debería ser un ramo obligatorio en la escuela: Cómo amarte a ti mismo.
Ayer hablaba con un amigo de adolescencia de algo parecido. Los hombres también sienten eses vacio de amor, necesidad de llenarse con otro.
Saludos, me hacen mucho sentido tus letras. ¡Gracias!